sábado, 13 de octubre de 2007


Capítulo 14

Perronel al gobierno, Dobladi al poder.


-Bueno, señores, lo primero que voy a hacer es pedirles dos cosas: silencio y atención. Muchas gracias. Ustedes fueron los que me llamaron así que voy a obviar las presentaciones. Cada uno de los que aquí se encuentran saben de que se trata todo esto y desean lograr una satisfacción. No sé si ésta será individual o colectiva. No conozco sus ideales, ni tampoco sus ambiciones. No me importa la religión que profesan si es que profesan alguna. Es parte de mi oficio. Cuanto menos sepa de ustedes, mejor para mi y mejor para todos.

El Zar Gamai ya estaba en Barranquilla dispuesto a tender sus redes con el único objetivo de lograr la elección de Terry Perronel como nuevo jefe comunal de la costera ciudad colombiana. Desde sus primeros pasos en la venta de rulemanes, hasta sus epopeyas financieras en Tokyo, nunca nadie en la entera faz del planeta había superado en astucia y rapidez mental al poeta clandestino Zar Gamai. Tal vez su cruda osamenta fuera suficiente emblema para alzarse con más de una victoria en aquel campo de batallas entre caudillos que el austríaco Schumpeter, con cruel cruel realismo describiera; mas sería injusto acentuar esta valiosa cualidad ya que se opacaría, sin que esa sea la voluntad de quien escribe, sus otras innegables virtudes, incluso la que hace referencia a su ingenio. Gamai era aficionado a la lógica, el cálculo, la estadística, la química, la enología, el go, los puzzles y la cocina francesa; pero fundamentalmente era experto en generalidades.

Su larga barba negra unida a su ancha frente calva le daban un aspecto de persona interesante e inteligente que sabe lo que quiere y también lo que hace. De su boca jamás se oyó partir un “yo creo que” o un "¿qué les parecería si?". De su boca, sólo salían mandatos y ordenanzas.

-¡Quiero que escuchen bien lo que les voy a explicar y después cada uno a su tarea!

Luego se dirigió hasta el pizarrón y, con la destreza de un letrista chino, deslizó la tiza desarrollando la representación gráfica de su tesis. Le llevó diez minutos hacerlo. Se sentó, tomó la jarra de agua, vertió parte del líquido en un recipiente menor –al que en Colombia llaman “vaso”-, dejó la jarra, tomó el citado "vaso" y llevándoselo a los labios, que ya en un hoyo se abrían, se mandó un soberbio trago. Esta acción le llevó otros diez minutos.

Luego preguntó:

- ¿Alguna pregunta?

Uno de los hijos de Perronel, el Gran Danés, sacándose el cigarro de la boca, intervino demostrando que había estado atento durante la charla previa.

- ¿Quiere decir que vamos a jugar con dos laterales bien abiertos por la punta?

- Exactamente. Esto le dará a nuestro movimiento un mayor peso ofensivo, sobre todo si tenemos en cuenta la velocidad de ambos hombres al pegarse a la línea.

El Zar Gamai continuó:

- ¡Dobladi!, vení. Vení acá conmigo.

Al momento, Vladi Dobladi estuvo a su lado. El Zar le puso una mano en el hombro y le dio las indicaciones muy cerca del oído, casi en un susurro. El Zar guardaba con celo sus secretos y conociendo las gambetas del oficio trataba de evitar lo mejor posible a la prensa.

- Quiero que me marqués a presión al diez de ellos. Por toda la cancha, ¿entendés?. Si el tipo busca la diagonal, vos detrás de él, ¡por la diagonal!. Si el tipo va al área, vos detrás de él, ¡al área! Si el tipo va al foso, vos detrás de él, ¡al foso!. Si el tipo va al baño ...

- Está bien, ya entendí.

- Okey, pibe, andá a trotar.

Después todo el plantel fue recibiendo los consejos técnicos y tácticos del gran zar de la aventura bursátil hasta que el último de los perronelitos se sacara su más íntima duda.

Fue en esta ocasión y no en otra cuando el Zar sufrió el traumático shock emotivo que lo convertiría al budismo zen. Sucedió al oír de la boca de uno los púberes perronélicos el conjunto de fonemas alineados gramaticalmente de la siguiente manera:

- Maestro Gamai, quisiera que me diga cuál es el sentido de la existencia.

El Zar intentó explicárselo a través de un gráfico de barras, luego utilizando fósforos y, finalmente, mediante una tormenta de citas bíblicas, freudianas, marxistas y weberianas. Se dio cuenta de lo vano de su esfuerzo y quiso cambiar de tema planteando objetos de estudio más concretos y carnales como el fútbol, la política, la religión, la informática, las tetas de Sofía Loren o la reencarnación. Pero el pequeño perronelito no se daba por aludido ni vencido y repetía, ya sabiéndose hiriente, una y otra vez los mismos vocablos interrogativos:

- Sí, sí, eso es fácil de entender y lo entiendo, pero dígame ¿cuál es el sentido de la existencia?

Gamai miró hacia un lado, miró hacia el otro lado, comprobó que nadie había observado la trágica escena, sacó de su bolsillo un billete de cien dólares, y poniéndolos en la mano del joven hijo de Perronel le dijo:

- ¿Está bien con uanjandridolar?.

- Sí

- ¡Entonces vete!

El jovencito le agradeció el billete, le prometió su silencio y se fue saltincando alegremente con el billete en el bolsillo de sus bermudas hawaianas.


2 comentarios:

veselka dijo...

uauhhh!!!el gran zar gamai se hace budista??? me parece ejemplificador, digna actitud que debiera ser imitada!
ahora... me quedé estupefacta al encontrar un vacío en el link de ethel. estoy por su restitución

fermut dijo...

veremos que se puede hacer al respecto
de ninguna manera permiteremos que la huestes del vacío se instalen en nuestros enlaces
¡venceremos!