domingo, 11 de noviembre de 2007

Capítulo 18

La última cena

Atardecía. Dobladi llegó hasta el muelle donde sus amigos pescaban. Llamó a El Zar Gamai y a Jaleo López y les dijo:

- Vayan a prepararnos lo necesario para la cena.

Ellos le preguntaron:

- ¿Estás bien?

- Sí, sí, estoy bien. Vayan y hagan los que les mando.

El Zar y Jaleo se miraron sorprendidos y tomándolo con humor aceptaron seguirle el juego.

- ¿Y dónde quieres que la preparemos?

Dobladi les respondió:

- Caminen derecho por esta calle. Cuando lleguen a la Avenida, se cruzarán con un señor de bigotes que lleva una damajuana de vino tinto. Síganlo hasta la taberna en donde va a meterse, vayan hasta el mostrador y díganle al cantinero que El Que Vio La Señal quiere saber si esta misma noche se puede comer algún bocadillo. El tipo los llevará por una escalerita de madera hasta un lindo salón que tiene en el piso de arriba, allí encontrarán caballetes y tablones.

Los amigos sonrieron y, sin más interrogantes, partieron rumbo a la Avenida. Encontraron al hombre de la damajuana, lo siguieron hasta el bar "Los Apóstoles", hablaron con Don Tulio Alpedín Dongui, un octogenario muy simpático, quien les alquiló un lindo salón con vista al mar, en la planta alta de su comercio de expendio de bebidas alcohólicas. Todo había sucedido como Dobladi les había dicho que iba a suceder, entonces prepararon todo lo imprescindible para que la cena fuera digna de ser recordada por miles de años.

Llegada la hora, Dobladi se sentó a la mesa con sus amigos. Estaban todos. A la derecha, El Maestro y junto a él Jaleo López, el Zar Gamai y Ernesto Botaya, que de casualidad pasaba por ahí y se quedó a picar algo. A la izquierda, Perronel, La Flaca y los perronelitos.

Dobladi, con la mirada serena, como en un trance posquirúrgico, observó a uno y otro lado de la larga mesa y les habló:

- He querido compartir esta cena con ustedes antes de mi partida a Jamaica, porque les aseguro que ya no probaré más trago hasta que llegue a la ansiada isla.

Y tomando una copa, dio gracias y dijo:

- Libustrina y calefón. Desde que inicié este viaje he tratado de discernir el verdadero significado de estas palabras. Los dos vocablos se unen por una extraña alquimia ajena a mis conocimientos, llegan hasta mis labios ausentes de voluntad y salen hacia el exterior para que alguien las escuche y las explique. Pero hasta el día de hoy eso no sucedió. Así que no se aflijan.

Al notar que a ninguno de los presentes le importaba mucho el asunto, Vladi Dobladi cambió de tema:

- Bebed y comed en memoria mía todos los santos días. Recibirán el llamado de El Que Vio La Señal a su debido tiempo y vendrán a mi encuentro. No apaguen sus celulares. Ustedes son los que permanecieron fieles, los que siempre se mantuvieron a mi lado, los que nunca me negaron, los que no mintieron cuando el alguacil anunció las tormentas. Nos hemos empachado juntos. Hemos sufrido gastritis y úlceras. Nuestros intestinos, nuestros hígados, nuestros estómagos patearon al unísono. Hemos compartido el síndrome del colon irritable, las contracciones rápidas y espasmódicas, diarreas y estreñimientos. Hemos fracasado infinitamente, como ningún grupo andante y sonante lo ha hecho antes. Creo que ha llegado la hora de la verdad, creo que ha llegado la hora de separarnos. Esta misma noche debo partir pero no quisiera irme sin antes dejarles un pequeño recuerdo, un sincero homenaje. ¡Que suene la música! ¡Salud amigos!

Por la escalerita de madera que comunicaba la taberna de Don Tulio con el salón de arriba, aparecieron los hermanos Day interpretando su propia versión de "The Monkey Man". Empezaba La Fiesta.

No hay comentarios.: